Una encuesta revela que la mayoría de los jóvenes colombianos ya no sueñan con casarse y prefieren invertir su tiempo en estudios, trabajo y libertad personal.
Por: Sebastián Trujillo – Periodista TRO Digital.
El matrimonio dejó de ser el “final feliz” para muchos jóvenes colombianos. De acuerdo con una encuesta realizada por la Universidad Manuela Beltrán, seis de cada diez personas entre 18 y 30 años consideran que casarse no es una prioridad en su vida, aunque no lo descartan del todo para el futuro. Apenas tres de cada diez lo incluyen en su plan de vida, mientras que un reducido 9% ya está casado.
El sociólogo Luis Barragán, docente de la UMB, explica que este fenómeno responde a una transformación cultural y social:
“Lo que antes constituía un ritual ineludible de paso a la adultez hoy se ve desplazado por nuevas formas de convivencia y organización afectiva” afirmó Barragán.
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Aunque el 65% de los encuestados aún anhela una relación estable, muchos prefieren alternativas más flexibles. Uno de cada cuatro jóvenes opta por las llamadas situationships, relaciones sin compromiso formal ni etiquetas, mientras que un 9% asegura sentirse más cómodo en la soltería.
El peso histórico del matrimonio, ligado a la Iglesia católica y al modelo patriarcal, empieza a diluirse. Casi la mitad de los jóvenes (47,8%) aún lo considera necesario para formar familia. Pero, un 43% lo percibe como algo del pasado y un 9% lo cataloga directamente como una pérdida de tiempo y dinero.
Una de las transformaciones más notorias proviene de las mujeres, quienes —según Barragán— están cuestionando el matrimonio como una institución vinculada a la subordinación y exigen relaciones más horizontales e igualitarias.
El fin del estigma a la soltería
La idea de que no tener pareja es un fracaso quedó atrás. Dos de cada tres jóvenes aseguran que no les preocupa en absoluto estar solteros. Mientras que el 35% restante lo asume con cierta incomodidad, pero sin verlo como un problema personal.
Básicamente, los jóvenes colombianos creen en el amor, pero no necesariamente en el matrimonio. El altar pierde vigencia frente a nuevas formas de convivencia y vínculos afectivos que ya no requieren de papeles para ser validados.