La historia del joven santandereano que sobrevivió a un disparo y 20 cirugías

El 8 de febrero de 2024, la vida de María Alejandra Rincón dio un giro inesperado. Al responder una llamada telefónica, recibió la noticia más desgarradora que una madre podría escuchar: su hijo, José Sebastián Cabarcas, de 25 años, había sido alcanzado por un impacto de bala en Barrancabermeja. La voz al otro lado del teléfono le informó que la situación era crítica.

Narra María Alejandra que los médicos en la ciudad de Barrancabermeja le daban pocas esperanzas y advertían que, durante el traslado hacia Bucaramanga, podría fallecer en el camino. Pero Sebastián, junto a la fuerza de su madre, superaron todas las probabilidades. El joven fue trasladado al Hospital Internacional de Colombia (HIC), donde comenzó su proceso terapéutico y posterior recuperación que tras más de ocho meses de lucha marcaría un antes y un después en su vida.

El Dr. Jonathan Cáceres Prada, director médico del HIC, recuerda con detalle el momento en que Sebastián ingresó a la sala de reanimación: “Estaba pálido, sin signos vitales, y recibiendo reanimación cardiopulmonar. Dadas las condiciones que presentaba, creíamos que no sobreviviría. Pero Sebastián luchó, y contra todo pronóstico, salió del paro cardiorrespiratorio, lo que nos permitió trasladarlo a cirugía”, relata el doctor.

“Las heridas que sufrió afectaron principalmente su sistema intestinal, con perforaciones en el páncreas y el intestino delgado, causando hemorragias graves. Debido a las fístulas que desarrolló, es decir, a las aberturas anormales que permiten que el contenido del intestino se filtre hacia otras partes del cuerpo, como la piel y otros órganos, se requirió un manejo quirúrgico frecuente”, manifestó el Dr. Cáceres.

En total fueron alrededor de 20 cirugías durante su tratamiento, muchas de ellas en cuidados intensivos, mientras se estabilizaba y su cuerpo comenzaba un largo proceso de recuperación.

Su atención estuvo a cargo de un equipo con más de diez disciplinas médicas, dentro de las que se incluyen cirugía de trauma, medicina de cuidados intensivos, gastroenterología, anestesiología, neumología, psiquiatría, nutrición, rehabilitación, terapia, entre otras, que trabajaron en conjunto para salvar la vida del joven barranqueño.

Un milagro de vida

En sus propias palabras, Sebastián recuerda los momentos de su tratamiento: “Mi situación fue tan compleja que ni siquiera entendía lo que me estaban haciendo. Fueron muchos días de luchas internas, mal genio, rabia, frustración, pero algo en el corazón y en mi mente me decía, siga, no desfallezca; allá lo esperan”.

El proceso fue largo y lleno de desafíos. Antes del incidente, se levantaba temprano para ir a trabajar como camarógrafo y en las noches asistía a la universidad. Tras el hecho, su rutina cambió drásticamente: debía someterse a múltiples intervenciones, tomar medicamentos, recibir terapias y adaptarse a su nueva realidad.

Cinco meses después de recibir el alta médica, Sebastián recorrió los pasillos del quinto piso del HIC, el mismo lugar donde estuvo hospitalizado y donde, según él, ocurrió un milagro: la habitación 535. Con emoción, expresó: “Agradezco profundamente al equipo médico, a las enfermeras y a todos los que estuvieron a mi lado, dándome una nueva oportunidad. Un especial agradecimiento a los doctores Cáceres y Navas”.

Para el director médico del HIC, este es un caso de éxito que demuestra que, aunque la calidad de un hospital se mide por muchos aspectos, sin duda alguna el talento humano y la tecnología avanzada son lo más importante para brindar una atención integral al paciente.

“Establecer pronósticos cuando se habla de lesiones accidentales como una herida por proyectil de arma de fuego es difícil. No obstante, contar con un hospital de cuarto nivel que tiene múltiples especialidades y amplia experiencia, es fundamental para conseguir resultados positivos“, afirmó.

El amor de una madre

En cada historia de superación, además del protagonista, hay una figura clave que brinda apoyo incondicional: la familia. María Alejandra, cumplió este rol principal, puesto que sacrificó durante varios meses su vida personal para acompañar a Sebastián durante su hospitalización.

Hoy, madre e hijo se esfuerzan por retomar sus vidas y reincorporarse al trabajo, conscientes de que su resiliencia y el apoyo de quienes los rodearon les han otorgado una valiosa oportunidad.

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